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lunes, febrero 28, 2005

Estado rico, pueblo pobre: ¿Hacia dónde vamos por este camino?



La inflación dentro de un país se produce cuando los gobiernos, a través de los bancos centrales, emiten de manera irresponsable volúmenes excesivos de dinero. Al haber exceso de medios de pago (tamaño de la base monetaria) dentro de una economía los precios tienden a subir, ya que la cantidad de dinero en manos del público es muy superior a la cantidad de bienes y servicios que se pueden comprar con ese dinero.

CRECIMIENTO DEL PIB Y DE LA POBLACIÓN



Desde el año 1959 hasta el presente, Venezuela aumentó aproximadamente su población unas 4 veces. El ritmo de crecimiento demográfico durante ese período alcanzó un promedio de 3% interanual. Por su parte, en ese mismo lapso, el crecimiento nominal de la producción de bienes y servicios o Producto Interno Bruto (PIB) alcanzó un promedio de 1,5% por año, sólo la mitad de lo que aumentó la población, es decir, que se incrementó apenas dos veces.

Si la población de una nación crece porcentualmente más que la cantidad de bienes y servicios que produce su economía, tal circunstancia indica que el crecimiento real del PIB ha sido negativo, ya que hay más gente pero se genera menos riqueza. Esto lleva a que cada vez los ciudadanos tengan menos, debido a que producen menos. En otras palabras, el tamaño de la torta se duplicó, pero los comensales se cuadruplicaron.

CRECIMIENTO DE LA MASA MONETARIA Y PIB



Otro dato fundamental que hay que tener en cuenta es, que desde finales de los 50 a esta fecha, las autoridades del BCV aumentaron en 2.880 veces la cantidad de monedas y billetes en manos del público y en unas 8 mil veces la oferta monetaria o la cantidad de dinero que circula en nuestra economía (dinero primario y dinero secundario, es decir la llamada liquidez ampliada), la cual ha llegado hoy a la cantidad de 45 billones de bolívares.

Estas cifras nos llevan a la siguiente conclusión: los venezolanos de hoyproducimos la mitad de los bienes y servicios (PIB) que producíamos a finales de la década de los 50, pero tenemos en este momento una cantidad de dinero, 6 mil veces mayor de la que teníamos en aquella época. En otras palabras, los ciudadanos de este país tienen ahora en su poder 8 mil veces más medios de pago de los que tenían hace 45 años, pero dentro de nuestra economía sólo se produce hoy la mitad de los bienes y servicios que se generaban hace casi 5 décadas atrás.

Esta realidad ha hecho que la moneda venezolana se haya depreciado hasta el día de hoy unas 700 veces (70.000%) con respecto al dólar, y como consecuencia de la inflación acumulada, los precios en ese período hayan aumentado 2 mil veces, pulverizando el ahorro interno, la inversión, la generación de empleos y la
capacidad de consumo de los ciudadanos del presente. Para comprar algo que en 1959 costaba un bolívar, se necesita ahora disponer de un promedio de 2.000 bolívares. En otras palabras tenemos en nuestro poder muchos bolívares que cada vez valen menos y con los cuales podemos adquirir cada vez menor cantidad de bienes y servicios.

ÍNDICE DE EMPOBRECIMIENTO REAL



Un aspecto interesante es señalar que si la población en las últimas cuatro décadas aumentó 4 veces, el PIB aumentó dos veces (crecimiento negativo) y la masa monetaria 8 mil veces, entonces los precios durante ese tiempo han debido aumentar unas 4 mil veces. Sin embargo, el costo de los bienes y servicios en Venezuela durante el mencionado lapso ha aumentado en promedio, tal y como ya dijimos, aproximadamente 2.000 veces. Los precios no se han incrementado todo lo que deberían, debido a la pérdida masiva de la capacidad de consumo de la población (caída de la demanda), lo que va constriñendo la inversión productiva y en consecuencia la generación de empleos. Este fenómeno es el que llaman los economistas el círculo de la pobreza (infraconsumo, desinversión y desempleo). Si los precios debieron aumentar 4.000 veces, pero en la realidad aumentaron 2.000 veces, la diferencia entre la primera cifra y la segunda, constituye el índice de empobrecimiento real de los venezolanos. En este caso estamos hablando de 50% de pérdida real neta de los ingresos económicos de cada ciudadano.

Otra forma de medir el proceso de empobrecimiento del que estamos hablando en función de la capacidad de compra de la moneda es, por ejemplo mediante el siguiente cálculo: Un peón de hacienda ganaba como sueldo diario 8 bolívares en 1959. En aquella época una arepa rellena costaba en cualquier arepera más o menos un bolívar. Con ese salario, el trabajador peor remunerado en la Venezuela de aquella época podía adquirir el equivalente a 8 arepas. En la actualidad, el salario mínimo ha aumentado a más 10.000 bolívares diarios, es decir unas 1.300 veces. Entre tanto el precio de una arepa rellena en cualquier arepera cuesta ahora alrededor de 3.500 bolívares. En otras palabras, hoy en el año 2005, con el ingreso mínimo un trabajador sólo puedo adquirir dos arepas y media aproximadamente. Entonces ,la pregunta es ¿Cuál debe ser el ingreso mínimo en la actualidad, para tener la capacidad adquisitiva que tenía el peor salario de un trabajador hace 45 años atrás? Echando números, para poder comprar 8 arepas rellenas diarias, tendría que ganar hoy al menos 900 mil bolívares mensuales. ¿Cuántas personas en Venezuela reciben ahora un ingreso
equivalente a esa cifra? Todos sabemos que el actual salario mínimo constituye sólo un tercio de esta cantidad y que los venezolanos que tienen ingresos equivalentes al salario mínimo, son más del 60% de la población laboralmente activa. No por casualidad en nuestro país la participación por habitante en el Producto Interno Bruto ha decrecido en aproximadamente un 40% en los últimos 28 años.

EL PROBLEMA ES EL ESTADO-GOBIERNO



Si damos un vistazo al presupuesto nacional del 2005, podremos entender el problema estructural en el que estamos metidos. El monto del ejercicio fiscal de este año asciende a unos 70 billones de bolívares. El primer presupuesto de Chávez, fue de unos 15 billones de bolívares. Durante los últimos 6 años el crecimiento del PIB ha sido equivalente a cero (0,2%). Si la población creció un 11% en ese lapso, tenemos que la participación por habitante en el PIB venezolano es alrededor de 12% menor a la de 1999. Es decir, nos hemos empobrecido, ya que producimos lo mismo que hace 6 años, pero somos más personas. Venezuela posee una torta que no ha visto aumentar su tamaño, pero que debe ser repartida entre muchos más
comensales.

Para poder solventar esta situación, el Estado- Gobierno ha apelado a las llamadas misiones. Un vasto sistema de subsidios, ayudas y financiamiento instrumentado a través de mecanismos que se han montado de forma paralela al sistema público regular. Esta maquinaria parainstitucional cohabita con la estructura funcional ordinaria del Estado venezolano, generando duplicidad de gastos e ineficiencia en la gestión de los siempre limitados recursos destinados a la labor social.

Se dice equivocadamente que la renta petrolera financia las misiones. Es fácilmente demostrable que tal cosa está lejos de ser cierta. A la hora de meter la lupa en el presupuesto vemos cómo más del 80% de los ingresos ordinarios del Gobierno se van en pagar el inmenso costo de una burocracia estatal que como ya vimos, no sirve para dispensar los servicios básicos de salud y educación, al punto que hubo de inventar las misiones. Otra sustancial parte de estos ingresos ordinarios, es decir, los que llegan vía renta petrolera y lo que recauda el Seniat (ISLR, IVA, IDB, impuestos aduaneros, etc) se utiliza en la cancelación del servicio de la deuda externa e interna. Cuando vemos bien, las misiones en el 2005 se financiarán con la adquisición de más deuda pública y con las llamadas utilidades cambiarias, es decir, recurriendo al expediente de incrementar irresponsablemente la oferta monetaria y con mayor devaluación, la cual ya está calculada en un 12% en el presupuesto de este año.

La verdad es que casi todo lo que pagamos en impuestos y lo que captura el Estado-Gobierno de nuestra cuota parte por concepto de ingreso petrolero, se gasta en financiar una adiposa burocracia oficial y en
subsidiar a la banca privada nacional e internacional
(deuda externa, bonos DPN y letras del tesoro). Los otros recursos salen de lo que constituye la más grosera transferencia de dinero desde los exhaustos
ciudadanos de este país al Estado venezolano por medio del perverso instrumento de la devaluación inflacionaria y de emisión de nueva deuda pública, la cual tendremos que servir los venezolanos del presente y las nuevas generaciones
con nuestro petróleo, más impuestos y nuevas devaluaciones de nuestra moneda. Este diabólico circuito económico se retroalimenta y opera así: a mayor gasto improductivo, mayor extracción de recursos a la sociedad, para seguir financiando el gasto estatal improductivo y para poder paliar en algo las demandas populares.

Mientras tanto la economía crece, como creció el año pasado, apuntalada en el gasto del Estado, lo cual sólo estimula el comercio, los servicios y el consumo, es decir los llamados bienes no transables, pero sin
estimular la generación de más riqueza material, sobre todo manufacturas, es decir los llamados bienes transables, que son los que generan empleo y crecimiento económico real y sostenido
. Es fácil adivinar a dónde vamos por este camino.



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