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lunes, febrero 21, 2005

La reforma monetaria para abatir la inflación



El Banco Central de Venezuela (BCV) es una de las instituciones que más atenta contra los prospectos de superación socio-económica de las clases pobres de la población. El atentado se perpetra día a día, a medida que el monopolio del dinero erosiona el poder adquisitivo de la moneda que los venezolanos están obligados a utilizar por ley. Para tener una idea del poder destructivo del BCV, basta con darle una mirada al comportamiento histórico del índice de precios al consumidor (IPC) del área metropolitana de Caracas, el cual da una idea bastante rudimentaria del poder adquisitivo del Bolívar. Entre diciembre de 1980 y dieciembre de 2004, el IPC pasó de 0,72447 a 459,65073, lo cual representa un aumento del 63.346%. En términos simples lo que esto quiere decir es que lo que 1980 se podía comprar por tres reales, hoy lo tendremos que pagar con cerca de 500 Bs. La culpa de semejante robo contínuo es cargada usualmente por la clase política en los "especuladores" y últimamente se ha puesto de moda culpar a los "golpistas".

¿Cómo podemos erradicar definitivamente esa enfermedad económica que nos carcome llamada inflación?

El problema fundamental del que han sufrido todos los intentos por eliminar la inflación del panorama económico venezolano, es que ninguno de ellos ha tratado la raíz del problema. Se han intentado controles de cambio, regímenes de cambio preferencial, controles de precios, subsisdios, etc. Todos los métodos han fallado miserablemente, y miserable han hecho a una buena parte de la población venezolana.

Y entonces, ¿Cuál es la causa de la inflación? Toda persona más o menos razonable estará de acuerdo que en general los monopolios son dañinos. Una entidad con el poder de eliminar toda competencia y monopolizar el suministro de un bien o servicio estará en la capacidad de hacer lo que le dé la gana con los usuarios de dicho servicio. Pues bien, resulta que la emisión de dinero en Venezuela es un monopolio ejercido por el BCV. Ninguna persona o compañía puede emitir "especies monetarias"1, por lo cual el monopolista del caso, ha hecho y seguirá haciendo lo que le dé la gana con sus usuarios. Por ejemplo, entre marzo de 1999 y noviembre de 2004, la oferta monetaria (medida por el agregado M3), es decir, la cantidad de dinero en circulación en todo el país, aumentó de 10,1 a 43,1 billones de bolívares (326%). Mientras que la producción, medida por el PIB, ha crecido entre 1999 y 2004 apenas 5,79% (de 39,5 a 41,8 billones de Bs de 1997). De manera que tenemos 300% más billetes para comprar 6% más bienes y servicios. El efecto, de anteojito, será un incremento de los precios. ¿Cómo es posible que el banco central imprima semejantes cantidades de dinero? La razón es muy sencilla: el costo del pedazo de papel que utilizamos como billetes es insignificante. Lo único que necesita el banco central es una buena impresora y con ella puede emitir tantos billetes como quiera, el cielo es el límite.

Conocida la causa, la solución aparece clara como el agua: Eliminar el monopolio que nos tiene subyugados. Durante varios siglos, todos los países del mundo se manejaron sin contratiempos en ausencia de bancos centrales y monedas de curso legal. En particular, durante buena parte del siglo XIX la mayoría de los países tenían un sistema monetario conocido como el patrón oro, bajo el cual la cantidad de dinero en circulación está respaldada cien por ciento todo el tiempo por una cantidad definida de oro. El banco central dejaría de existir y los bancos comerciales serían libres para emitir su propio dinero (como por muchos lo hicieron) en forma de papel moneda o inclusive acuñar metálico, monedas de oro y plata, o cualquier otra denominación que sus clientes encontrasen de utilidad. ¿Pero no sería un caos total tener diferentes tipos de dineros, uno por cada banco, circulando uno al lado del otro? Pues no. De hecho, entre 1918 y 1939 el bolívar estaba definido como 290 miligramos de oro (.900) y los bancos comerciales podían emitir sus propios billetes con la condición que estos fueran intercambiables por el equivalente en oro al instante. Por eso es que los billetes dicen "pagaderos al portador en las oficinas del banco". Claro que hoy en día esa frase no es más que una reliquia, puesto que ¿en qué te van a pagar los bolívares que llevas al banco? ¡Ni si quiera en dólares! Te los pagan en los mismos bolívares.

A diferencia del papel, producir oro (o plata, o platino, si se quiere) no es una tarea trivial, debido a varias causas, en particular su relativa escasez. Allí está el freno que se le impondría a la inflación. Ya que sería un delito para los bancos emitir más billetes que los que sus reservas de oro les permitirían, la única forma de aumentar la oferta monetaria sería a través de un incremento en la producción de oro. Y eso no es algo que suceda apretando un botón en una sala del Banco Central.

Para retornar a un sistema de reserva 100% (uno en que todo el circulante está respaldado) basado en el patrón oro, el Banco Central sería eliminado, no sin antes cumplir una última tarea. Actualmente el BCV posee un total de 5100 millones de US$ en oro monetario (monedas y lingotes). Además posee 24.651 millones de US$ en las llamadas "reservas internacionales". Cómo penúltimo acto de su vida perversa, el BCV compraría en el mercado el oro equivalente a las reservas internacionales, que junto con el oro que posee actualmente y al precio actual de 425 US$/Oz, haría un total de 70 millones de Onzas troy (la Onza troy es la unidad de masa estándar en el comercio de oro y equivale a 31,10 g) o lo que es lo mismo que 2.177 toneladas de oro. Tomando en cuenta que el total del circulante es aproximadamente 41,8 billones de bolívares, la nueva definición del bolívar sería alrededor de 19.200 Bs por gramo de oro.

Los bancos comerciales tendrían un período de tiempo -digamos 6 meses- para aumentar sus reservas del actual 15% exigido, hasta el 100%; lo cual quiere decir que todos sus depósitos estarán respaldados en efectivo, contante y sonante, al final de dichos seis meses, momento en el cual el BCV cambiará por el oro en sus reservas todo el efectivo que los bancos comerciales tienen en las suyas. Esa será la muerte del BCV.

A partir de ese día, los bancos serán libres para emitir sus propio billetes y monedas de oro o plata, con la condición expresa que aquellos sean siempre redimibles en oro instantáneamente "en las oficinas del banco".

Con el sistema bancario atado rigurosamente a la condición de convertibilidad inmediata y eliminada la fuente primigenia de la inflación, el BCV, la oferta monetaria se estabilizaría. La definición del bolívar en términos de una determinada masa de oro le daría extraordinaria robustez a nuestro signo monetario. Nos convertiríamos en la Suiza de América. Los inversionistas internacionales buscarían a Venezuela como un paraíso monetario excento de uno de los impuestos más perniciosos inventados por el hombre: la inflación. En el terreno doméstico, después de un tiempo los precios de los productos dejarían de subir perennemente, como lo hacen actualmente y como estamos acostumbrados a que lo hagan, y debido al aumento de la productividad derivado del aumento de las inversiones de capital que el cambio generaría, seguramente comenzaríamos a disfrutar del derecho olvidado que un verdadero sistema capitalista nos garantiza, nuestro derecho a la deflación.

En el terreno gubernamental, la incapacidad de inflar la oferta monetaria -una fuente fácil de fondos para financiar el gasto público- haría que la política fiscal del gobierno central y local deba ser obligatoriamente una de austeridad. Desde el momento en que la reforma entre en vigencia, la única forma que tendría el gobierno para recaudar ingresos sería a través del aumento de los impuestos, una medidad que generalmente goza de poca popularidad entre los contribuyentes. En consecuencia el saqueo contínuo al que se ve sometido el sector privado de la economía se enfrentaría con una restricción seria, resultando tal restricción del gasto público en mayor inversión privada, generación de empleo y prosperidad general.

Desde luego que quien escribe no se hace ilusiones, quizás pasarán muchos años antes que veamos en efecto una reforma verdaderamente radical como la que propongo. Nadie ha dicho que será fácil. Muchos intereses económicos seráin trastocados por tal revolución. En general los más beneficiados por el proceso inflacionario son los bancos y sus asociados más cercanos, quienes reciben de primera mano el crédito fácil generado por el BCV. Luego tenemos a los contratistas del Estado, siempre listos para promocionar grandilocuentes obras públicas, cuyo financiamiento proviene de los impuestos pagados por los ciudadanos y no pocas veces de la inflación. Después tenemos a todos aquellos que compran bonos de deuda del gobierno, los cuales son pagados casi siempre en última instancia por la inflación. La capacidad de un gobierno que no puede inflar la oferta monetaria de pedir prestado en el mercado se ve severamente afectada, ya que este no puede garantizar absolutamente que en el futuro será capaz de pagar lo que pidió y sus intereses. De hecho, si no fuese por la magia negra de la inflación, la mayoría de los gobiernos del mundo estaría en quiebra, por lo que todos los tenedores de bonos tienen un interés personal muy fuerte en que el gobierno sea capaz de imprimir billetes con los cuales les pague lo que les debe. Finalmente en la lista de beneficiarios de la inflación tenemos a los políticos. La inflación monetaria les permite prometer al pueblo esquemas grandiosos de revoluciones y para la construcción del paraíso en la Tierra; el dinero fácil les da el poder de erigir gigantescas obras públicas y beneficiar a sus amigos contratistas y banqueros, quienes en agradecimiento, ofrecen sus favores en el financiamiento de las campañas electorales.

Como vemos, los enemigos son poderosos y no van a aflojar esa manguangua así de fácil. A pesar de ellos, el punto álgido del problema, el detalle por así decirlo, es que los grandes afectados por el cáncer de la inflación son las mayorías depauperadas del pueblo y los contribuyentes, quienes sin excepción terminan pagando la cuenta de los políticos y sus proyectos mesiánicos. Todos aquellos sin conexiones políticas, sin amigos en el departamento de crédito del banco. Los pensionados y asalariados, quienes ven los precios subir y subir, mientras sus ingresos se mantienen constantes. Los jóvenes, luchando por ahorrar y viendo que la inflación se traga los escuálidos intereses que pagan los bancos. Todos ellos son nuestros aliados en esta lucha frontal contra el poder y a ellos es que debemos dirigirnos si es que tenemos alguna esperanza de cambiar las cosas.

Mientras tanto, mientras la gran mayoría de la población no ha sido alertada de la gran mentira en la que viven contínuamente, hay cosas que se pueden hacer. En los EE.UU, por ejemplo, existe un movimiento para la abolición de la Reserva Federal (el banco central de ellos) y existe una moneda alternativa, de plata y oro, basada en el mismo principio que aquí hemos explicado. El Liberty Dollar tiene como objetivo proporcionar una solución al problema de la inflación Estados Unidos y su lema es: deja de usar su dinero y comienza a usar el LibertyDollar. Recuperemos el valor de nuestro país, un dólar a la vez. Desde luego, allá en el norte, el gobierno no se ha vuelto todavía tan tirano como un poco más al sur. Allá cualquier persona puede usar cualquier moneda, extranjera o nacional de su preferencia. Claro, para ello tiene que convencer a su socio en la transacción de usar una moneda enteramente diferente. Pequeño detallle, pero según LibertyDollar.org en seis años de existencia han conseguido más de 100.000 clientes y tienen más de 5 millones de dólares en circulación. En un país más pequeño como el nuestro, las oportunidades de lograr algo por esa vía serían más grandes, menos gente a quien convencer. Otras soluciones están actualmente en funcionamiento y proveen una moneda basada y respaldada por oro 100% en cada momento, como medio de pago electrónico a través de internet y en consecuencia, hacia y desde cualquier parte del mundo. Ejemplos de este tipo de servicio son e-gold y GoldMoney, a través de los cuales el usuario puede comprar oro y utilizarlo como medio de pago en sus transacciones con otros afiliados, teniendo siempre la seguridad que su dinero es dinero a prueba de inflación, insoluble en ése ácido que muy bien sabe producir el BCV.

Ciertamente una revolución del tipo del que somos partidarios aquí, es una revolución que debe surgir desde adentro hacia afuera, desde abajo hacia arriba y no de manera impuesta verticalmente desde arriba como la actual revolcuión de pacotilla. Esquemas como horizoantales y descentralizados Liberty Dollar, e-gold y GoldMoney son los primeros pasos de este largo y tortuoso camino hacia la verdadera independencia monetaria.


  1. Véase el capítulo VII de la Ley del BCV





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