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martes, agosto 23, 2005

Consideraciones realistas... Socialismo, democracia y derechos humanos


Soy de ideas liberales, no temo a las ideas de los demás, pero sobre todo, nunca podrá mi espíritu inclinarse ante sistema alguno que trate de ir contra la dignidad del hombre y que pueda impedirle la propia determinación de sus actos.

Isaías Medina Angarita


Buena parte de las corrientes del socialismo son profundamente antidemocráticas. Proclaman abiertamente que una minoría “iluminada” a la que suelen denominar “vanguardia” deberá obligar hacer la revolución... por la fuerza. El que una minoría que se autodenomina superior tome el poder y gobierne... se llamaba tradicionalmente aristocracia. Pero la aristocracia comunista insiste en lo de autodenominarse “vanguardia”, incluso cuando ya ha logrado establecer dinastías hereditarias... como la Corea del Norte.

Minorías han gobernado mayorías por la fuerza, mucho antes que existiera forma alguna de memoria histórica... incluso oral y legendaria, para recordarlo. No es nada nuevo. Como no es nueva la glorificación de la tiranía colectivista... desde Platón hasta nuestros días. La supuesta construcción de un “hombre nuevo” para que tal tiranía sea perfecta y eterna... es algo que también se pueda rastrear hasta el griego en cuestión... por lo menos. Los resultados de tales “experimentos” en sus dos grandes versiones del siglo pasado superan los 100 millones de muertos.

Pero el sufrimiento humano que produce un sistema de gobierno que no puede sobrevivir sin “reciclar” a los perores criminales para obtener su policía política, se entiende mejor en “pequeña escala”. Un ejemplo relativamente reciente y notable del “hombre nuevo” en todo su esplendor, fue el del camarada Beria, jefe de la policía política soviética, quien se dedicó durante décadas al “deporte personal” de secuestrar mujeres que le gustaran en la calle, para violarlas hasta saciarse... y regresarlas vivas a la calle. En la más perfecta impunidad.

Hay otras vertientes del socialismo que son profundamente democráticas. Y eso no las hace mejores moralmente de las de sus colegas aristocráticos. Los socialistas democráticos, de hecho aspiran a ser –y cada día están más cerca de lograrlo- la quinta esencia de la democracia en estado puro. Son los que están a punto de admitir que el conflicto entre cinco violadores y una victima pudiera “resolverse” democráticamente... esto es: votando y sometiéndose a la “voluntad de la mayoría” hecha Ley.

Lavreti Beria hubiera encontrado la forma de “adaptarse” en tal estilo de democracia. Democracia de jurados tumultuarios condenando a Sócrates, democracia de la mayoría de hombres de piel y capucha blanca, linchando al minoritario hombre de piel en el viejo sur de los EE.UU. Es la misma democracia de los asesinatos y violaciones masivas de la población campesina blanca –esta vez minoritaria- inspirada por el muy democrático gobierno del, también socialista, Presidente Mugabe. Por cierto... democratísima hubiera sido la condena de Galileo, si la cosa se somete a referéndum en aquellos tiempos en que la mayoría estaba absolutamente convencida del sagrado geocentrismo... ni el Papa en persona lo salvaba de la hoguera.

La democracia es una forma de tomar decisiones, y como entre esas decisiones está frecuentemente quien ha de gobernar, y como ha de gobernar, es una forma de ejercer el poder. Y si el poder ha de tener limites... la democracia ha de tener limites. Es tonto hablar de “democracia censitaria” sin admitir primero que, en algún grado, toda democracia lo es. En repúblicas del pasado se establecieron limites al voto, que para los que los establecieron parecían muy convenientes y razonables, mientras que hoy los encontraríamos absurdos, arbitrarios e inaceptables. Pero era poco común (y muy difícil de defender) en tales repúblicas que para presentarse al cargo de pública elección, se pidiera otra condición que la de ser elector. Hoy en cambio, los mismos que creen que lo que defienden es la democracia universal (o participativa y protagónica) se empeñan en imponer todo tipo de barreras diferentes de la voluntad de los demás electores, para alcanzar los cargos de elección pública. Y eso es profundamente antidemocrático. La democracia es tanto un derecho de ser electo, como de elegir. Quien tiene el segundo, ha de tener el primero. Y el único limite para ser electo, debe ser la voluntad de los electores. Lo que incluye el derecho de equivocarse. Y el deber de correr con las consecuencias.

Otra cosa es que lo realmente opuesto de la mal llamada “democracia censitaria” no es la democracia participativa y protagónica (universal decían antes, para decir lo mismo) es la democracia tumultuaria (de tumulto). Una democracia absolutamente anti censitaria implicaría que todos, absolutamente todos, tienen el derecho de votar en cualquier elección en que lo deseen. Así, podrían votar los extranjeros, los niños, los turistas de paso, etc. Pues si no ha de haber censo alguno de votantes... ¡No ha de haber censo alguno de votantes! Ni limites en el derecho de votar por razón alguna. El que nadie aún defienda tal absurdo es prueba de que la democracia sigue siendo tan “censitaria” hoy como ayer... lo que hemos cambiado. Y a decir verdad mejorado notablemente. Son las razones para estar, o no estar, en el “censo” de electores, que ya no incluyen la raza, el sexo, el ser propietario. O peor aún... el defender ideas que quienes gobiernen consideren contrarias “a la democracia misma”. El que en realidad lo fueran, en nada quita el que no se puede negar el derecho de expresarlas libremente... ni algún otro. A quien tales exabruptos defienda... En tanto no viole el derecho de otro con sus actos.

Otra cosa es que hoy se insista en limitar con cada vez mayor cantidad de arbitrarias y caprichosas condiciones, el derecho de ser elegido de gran parte de quienes tiene el derecho de elegir. Eso es una aplicación del principio de la República Romana, por el que en algunos cargos, sólo los nobles podían ser candidatos, pero no sólo los nobles podían votar para elegir tales funcionarios. Se le pueden dar todas las vueltas que se quiera... e insistir en que se trata de elegir “a los mejores”, y nuevamente caemos en aquello de la “aristocracia” que significa eso: gobierno de los mejores. ¿Si el pueblo puede elegir, pero únicamente puede elegir entre aristócratas, podemos llamar eso democracia realmente? Obviamente no.

Los límites de la democracia no han de ser límites arbitrarios al derecho que tiene todo elector para presentarse en cualquier cargo de elección pública. Ni más limites al derecho de ser elector que los de ser mayor de edad, y habitante del ámbito territorial al que corresponde la competencia del elegido... Aunque el que los empleados, contratistas y dependientes de los gobiernos puedan votar para elegirlos no es algo sano para una república... bajo un régimen liberal de gobiernos limitados a sus funciones naturales, resultaría un problema estadísticamente insignificante. Serían muy pocos numéricamente en el universo general de electores. Con el socialismo la cosa es un problema real, son muchísimos... y entre empleados, contratistas y dependientes, pueden decidir cualquier elección. Pero ahí el problema no es el derecho al voto de cierta categoría de ciudadanos... es el estatismo socialista. Y sería lo mismo si el estatismo fuera de otra matriz ideológica colectivista diferente del socialismo... cosa que existe. Aunque en Venezuela no la hemos conocido.

Los límites de la democracia están en la obviamente monstruosa hipótesis de “resolver” el “conflicto” entre cinco violadores y una victima mediante una votación. Tal hipótesis, que a todos los humanos decentes repugna en pequeña escala... es defendida por el socialismo democrático en gran escala. Con apoyo de infinidad de personas decentes que se niegan, a considerar siquiera, la real naturaleza de lo que defienden. Los violadores que sostuvieran que lo suyo no fue delito, porque lo decidieron democráticamente por mayoría... y la victima perdió la votación... no estarían diciendo nada diferente de quienes sostienen que “los derechos del colectivo están por encima de los del individuo”. La tesis es la misma. El objetivo es el mismo. Se trata de apelar a la mayoría para violar el derecho de propiedad que alguien tiene sobre su propio cuerpo, su propia persona, intelecto y conciencia... y lo que produzca con estos por medio de su habilidad o esfuerzo.

La cosa es que si admitimos eso. Si admitimos que cada cual es propietario absoluto e irrestricto de sí mismo. Sin más limites que el respeto al mismo derecho por parte de todos los demás. Tendríamos que admitir que la soberanía autentica reside en cada individuo. Que no hay soberanía colectiva alguna que se le pueda sobreponer legítimamente. Que los derechos a la vida, libertad y propiedad de cada individuo están por encima de las decisiones de cualquier mayoría. Y que la mayoría que los desconozca no es menos tiránica que un hombre que se autodenomina “soberano” de otros hombres. Ni un hombre, ni un grupo de hombres, puede ser “soberano” de otros. Ese el verdadero limite de la democracia. El de los derechos individuales inalienables. Que son los únicos verdaderos “Derechos Humanos”... con legitima mayúscula. Pero... imponerlo requiere en convencer a la mayoría de la superioridad moral –y práctica- de los principios en los que tal filosofía liberal se sustenta... Eso es intentar establecer la república liberal por medios democráticos. Cosa que de hacerse bien, sería el principio de un camino de prosperidad y paz... pero solo el principio.

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