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miércoles, marzo 16, 2005

Socialismo del siglo XXI (I): La izquierda nunca retrocede, pese a los reflujos



Sigo sosteniendo que el chavismo tiene un futuro largo y asegurado en el Gobierno. Por ausencia de una oposición realista, inteligente y eficaz, opuesta no sólo en lo político sino también en lo doctrinal e ideológico -y de modo diametral-, que sea atractiva para los indiferentes, y así capaz de desafiar y antagonizar polarizando. No obstante, la salida puede pasar por una Convocatoria a la Abstención Electoral, aunque no de cualquier forma y manera.

Amables lectores, les invito a esta serie de tres artículos sobre la abstención, que espero les sea de servicio. Y desde ya, muchas gracias por su gentil atención.

Las tres franjas o segmentos



El cuerpo electoral venezolano se divide en tres franjas: chavistas, indiferentes, y antichavistas, en orden decreciente de magnitudes. En la segunda se reclutan los abstinentes. Hasta ahora, no tienen un tamaño muy distinto, y si bien el chavismo supera al antichavismo, a veces llega de segundo en las citas comiciales, después de la masa abstinente. Pero el segmento chavista crece, y no sólo a expensas de los indiferentes, sino también de los antichavistas que cambian de bando.

En Venezuela siempre hubo diversas formas de fraude electoral, y es muy probable que ahora también, pero en volúmenes insuficientes para explicar las derrotas opositoras por ese solo factor. Realismo es admitir humildemente la realidad. El chavismo dispone de una mayoría articulada, encuadrada (y sobre todo, adoctrinada), políticamente activable y movilizable. Mide un tercio aproximadamente de la población electoral -la primera franja-; pero a la hora de votar puede expandirse, y por medios no siempre ilícitos o de discutible licitud.

Chávez: más poder que Gómez; y mucho más que Pérez Jiménez



Cierta oposición escucha sólo aquello que quiere oír, se ciega ante realidades desagradables y se ilusiona. Quiere oír que Chávez compra a su gente con dádivas populistas, provenientes de la fase alcista en los ingresos petroleros; y que tan pronto el flujo descienda, entonces “de alguna manera” (¿mágica?) va a caer. Así deja fuera factores muy importantes:


  1. Chávez reúne en sus manos a la vez el poder civil y el militar, algo en Venezuela sólo visto con Juan Vicente Gómez.


  2. Y como si fuera poco, disfruta además de poderes que Gómez ni soñó, como su ascendiente mítico y casi religioso entre sus seguidores; y su muy alto prestigio y liderazgo en la nueva izquierda mundial, ahora hegemónica en muchas regiones del planeta.


  3. No es un simple caudillo populista tipo Pérez Jiménez. Es un jefe del “socialismo del siglo XXI”, como él mismo dice, y es verdad. Pero la oposición sigue sin creerle, porque siendo tan elevado el concepto que guarda de la sacrosanta izquierda y sus ideales “humanistas” y aún marxistas, que cuando Chávez se declara revolucionario socialista, los opositores no le reconocen ni identifican como tal; entonces se resisten a tomarle su palabra, y a tomarle en serio. Le subestiman. Chávez toma ventaja de ello, y les gana.



Propongo comenzar con un ejercicio de memoria histórica.

El socialismo del siglo XIX



Cargaba un sustrato seudocristiano, que le valió ser calificado de “utópico” (no “científico”) por el dúo Marx-Engels y otros racionalistas. En Inglaterra p. ej., el socialismo cristiano fue propulsado por Charles Kingsley, clérigo anglicano que fuera Capellán de la Reina Victoria y tutor del Príncipe de Gales. Otro socialista cristiano influyente en el Oeste fue el escritor ruso León Tolstoy.

Y por su lado el liberalismo conservaba algo de su origen cristiano. Incluso en Venezuela -no tan aislada y atrasada intelectualmente en aquellos años, como nos hacen creer- en plena Edad Monaguera se dio el debate sobre cristianismo, liberalismo y socialismo, en la prensa, como en Europa. (Y a una altura que no podrían ni imaginar los gallináceos periódicos venezolanos de hoy.) Ramón Ramírez representó dignamente al liberalismo cristiano, como medio siglo antes Juan Germán Roscio, “padre, maestro y guía de la libertad en Venezuela”, en palabras de Bello. Más tarde el liberalismo se hizo anticristiano, y el socialismo se disfrazó de cristiano.

El socialismo son sus leyes



Una ley socialista es una que se basa en aparentemente altruistas, elevadas y nobles intenciones, y buenos y santos objetivos, que supone conseguir mediante una expansión de la esfera estatal. Supone que para alcanzarlos, la ley debe ampliar la órbita del Estado: sus funciones, prerrogativas y patrimonio. Eso es lo que la ley socialista hace, en detrimento de las esferas de los particulares: personas individuales, familias, iglesias, escuelas y empresas privadas, y en general instancias naturales o arreglos voluntarios contractuales. Así concentran el poder.

¿Cómo avanza el socialismo?



El socialismo se expande con sus leyes, en grandes oleadas mundiales. Rastreando su origen llegamos a Babilonia y pasamos por a la Edad Antigua, aunque saltando la Edad Media (de la cual tenemos la distorsionada imagen legada por los iluministas del siglo XVIII.) Pero sin ir más lejos de la Revolución Francesa, hay nueve olas socialistas: 1789-92; 1820; 1848; 1874-5; 1918; 1929-30; 1945-48; 1968-75 y 2000. Con sus leyes.

Después de cada clímax, si hay una fuerza capaz de signo opuesto, el socialismo puede ser obligado a retroceder políticamente y sufre un reflujo; pero siempre deja sus marcas clavadas, como picas en Flandes y cabezas de puente. Son las leyes socialistas, que una vez sancionadas, jamás conocerán la derogación -siquiera parcial-, excepto para ser reemplazada por otras versiones más “progresistas” o radicales. Si fueron rechazadas al primer intento, vuelven a presentarse más adelante, tal vez “enriquecidas”.

Y el principio es que ley socialista promulgada es inderogable. Porque siempre se acompaña de una eficacísima labor propagandista y desinformadora, que oculta sus efectos perjudiciales, atribuyendolos a algún otro factor, por lo común asociado al “capitalismo”. Y fija en la conciencia de la gente la ley y sus engendros como buenos -y pasado el tiempo, naturales-, e impensable suprimirlos. “Los Hijos de las Tinieblas son más sagaces que los Hijos de la Luz”, se nos informa en el Evangelio de San Lucas (Cap. 16:8); y se nos dice en el de San Juan que el arma que más hábilmente emplean es la mentira (Cap. 8). La mentira hace pasar por buena la Ley y lo que dispone, y por mala su derogación.

Las leyes socialistas: evaluación de daños




Con cada ola socialista hay una nueva generación de leyes, y de daños. A través de los siglos XIX y XX se van aprobando estas, con sus consiguientes y nefastos resultados:


  • La reedición de las leyes mercantilistas contra el libre comercio internacional, que empobrecen a los más débiles en beneficio de los privilegiados y “protegidos” monopolistas, al igual que las leyes “antitrust” contra el libre comercio interno, y las leyes gremiales contra la libertad de trabajo.


  • La prohibición del trabajo infantil, que arroja a los niños pobres a la mendicidad, la prostitución y el crimen, en beneficio de los sindicatos, librados de tan molesta competencia.


  • El voto a la mujer, previamente manipulada por el empleo deshonesto aunque eficaz del sentimentalismo romántico “idealista”, que las inclina a favor del socialismo -en contra de sus mejores instintos e intereses-, y que le resta racionalidad a la política. (Perdón queridas amigas, les prometo un artículo especial y exclusivo para Uds. sobre esta temática, ¿OK? ¿Amigos otra vez? ¿Seguimos con las leyes socialistas ...?)


  • Leyes de voto cada vez más directo y universal, acompañado de ayudas sociales, y de impuestos cada vez más numerosos y elevados -indirectos e invisibles-, allanando el camino al “Welfare State”: la redistribución de la riqueza a cargo del elenco gobernante.


  • Leyes de educación estatal: indoctrinamiento de párvulos y adolescentes en el culto del Estado y de la “política correcta”, instrumento igualitario de uniformización hacia abajo y empobrecimiento mental e intelectual. (Pregúntate: ¿Cómo se educaba la gente antes que la educara el Estado?)


  • Leyes credencialistas, que crean monopolios en favor de los titulares de acreditaciones educativas consagradas por el Estado, las cuales suponen a acreditantes y acreditados en posesión de conocimientos exclusivos cuya validez se garantiza. (Pregúntate: ¿Qué Economía sabe un economista “garantizado” por el sistema estatal de acreditación?)


  • Leyes ordinarias que reemplazan la antigua justicia restitutiva y/o compensatoria centrada en la víctima por la punitiva y/o reeducativa centrada en el victimario;



  • Leyes requisitorios de permisos y licencias estatales y gremiales para actividades económicas, abortivas y asesinas de empresas y empleos; y leyes ...


  • de crédito y endeudamiento público, padres de la gigante deuda estatal;


  • laborales, madres del desempleo;


  • inquilinarias, madres de la carestía y escasez de vivienda;


  • de dinero puramente fiduciario, curso legal y bancocentralistas, padres de la inflación.


  • Leyes consagratorias del Estado-padrastro y del Estado-marido sustituto, que alientan a deshacer los núcleos familiares con la promesa de provisión y tuición a cargo del “servicio social”.


  • Y del Estado científico y sus leyes. P. ej. conservacionistas, que hostilizan a las empresas privadas, encareciendo artificialmente productos en base a unos riesgos muchas veces hipotéticos y no concluyentemente comprobados contra el ambiente o el consumidor;



  • y del Estado terapéutico, que cuida tu salud a su manera te guste o no. P. ej. con las leyes “antidrogas”, que entregan el negocio a las mafias criminales, habilitadas por las superganancias para resistir eficazmente. Y así, sin parar.



Los daños y perjuicios se acumulan unos sobre otros, y se multiplican entre sí. Pero la historia oficial no presenta los resultados reales como consecuencia de las leyes malas, sino del “capitalismo”. Y a las leyes socialistas las presenta como “grandes conquistas de la Humanidad”, sólo hablando de sus intenciones, y como si hubieran producido los resultados esperados, hipotéticos, y no los reales. La gente, ya poco acostumbrada a razonar, no las examina.

El del siglo XXI es el socialismo posmoderno



Como ya logró hace tiempo la aprobación de las leyes descritas, y no quiere admitir que son malas, ahora el socialismo es algo distinto al del siglo XX, y un poco más parecido al del XIX. Pone en segundo plano las legislaciones “social” y anticapitalista, batallas ya ganadas. Incorpora en su lugar otros puntos nuevos. Ya en una fase más avanzada hacia la rebarbarización, despliega las “nuevas reivindicaciones” ecologistas, feministas, indigenistas, globalofóbicas y antidesarrollo. Se centra menos en el “Welfare” y la redistribución de la riqueza que en la idea de pobreza bien repartida, inculcada a fondo y masivamente, con mucha música y lirismo, enfatizando el toque emocional y místico. (Tendremos la ley de voto infantil, para completar la irracionalización de la política.)

Ahora, en las naciones musulmanas y en la India el socialismo no es ateo; se cubre de un cariz religioso. Y hasta en Europa y EEUU los socialistas adoptan la espiritualidad “Nueva Era” (versión actualizada de la antigua herejía gnóstica, casi permanente plaga de los monoteísmos revelados.) En la Venezuela presente son notables en el chavismo las expresiones de todas las religiones sincretizadas, principalmente afroamericana, cristiana, espiritista-teosófica y Nueva Era, codo a codo con las últimas modas de la izquierda.

La catequización y sensibilización infunden principios, valores, creencias y emociones contrarias al comercio libre, la iniciativa individual, la familia tradicional, la empresa privada, etc.; y favorables al colectivismo y al estatismo, y a la vida planificada y tutelada por los Gobiernos y sus entes. No por contradictorias, falsas y dañinas, estas nociones dejan de arraigar profundamente en los expuestos a su influencia directa o indirecta, sin contrapeso alguno que al menos equilibre. Más que llenar la panza, el socialismo del siglo XXI lava el cerebro, y una vez limpio, le pone nuevo mobiliario y ornato; y lo mismo hace con el corazón. De otro modo, Fidel Castro -su gran pionero- habría caído cuando acabaron los subsidios soviéticos; pero no cayó.

El segmento chavista del electorado es eficaz y diariamente aleccionado por las “misiones”, la educación formal, los medios comunicacionales afiliados a la revolución -escritos y radioeléctricos-, y las frecuentes reuniones y asambleas en barrios y sitios de trabajo, estudio, recreación, etc. Si mañana por cualquier razón los ingresos petroleros se reducen, no habrá de afectarse mayormente el proceso revolucionario.


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